Hace treinta años, en la madrugada del 26 de abril de 1986, el
cuarto reactor de la planta de energía nuclear de Chernobyl, explotó en
una llamarada de colores que alcanzó los 1.000 metros de altura en el
cielo de Ucrania.
Durante los ocho meses posteriores a la explosión de la central nuclear, 800.000 jóvenes soldados, mineros, bomberos y civiles procedentes de todas las regiones de la antigua Unión Soviética, trabajaron sin descanso para intentar mitigar los efectos de la radioactividad, construir un sarcófago alrededor del reactor accidentado y en definitiva, salvar al mundo de otra probable tragedia.
Durante los ocho meses posteriores a la explosión de la central nuclear, 800.000 jóvenes soldados, mineros, bomberos y civiles procedentes de todas las regiones de la antigua Unión Soviética, trabajaron sin descanso para intentar mitigar los efectos de la radioactividad, construir un sarcófago alrededor del reactor accidentado y en definitiva, salvar al mundo de otra probable tragedia.
Todos ellos estaban guiados por el temor a una peligrosa reacción en
cadena derivada de la explosión inicial, cien veces superior a los
efectos de la bomba de Hiroshima.
El 60% del polvillo radioactivo se asentó en el territorio de Bielorrusia.
Recordado como el peor accidente industrial y medioambiental de
la historia, la explosión de Chernobyl produjo una lluvia radioactiva
que pudo ser detectada en la antigua Unión Soviética, Europa Oriental,
Escandinavia, Inglaterra e incluso el este de los Estados Unidos.
Grandes áreas de Ucrania, Bielorrusia y la actual Rusia fueron altamente
contaminadas.
Como resultado de ello, 200.000 personas tuvieron que ser evacuadas de sus lugares de origen.
MARCELA
Como resultado de ello, 200.000 personas tuvieron que ser evacuadas de sus lugares de origen.
MARCELA
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