lunes, 26 de septiembre de 2016

María del Rosario de San Nicolás



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HISTORIA DE MARÍA DEL ROSARIO DE SAN NICOLÁS

San Nicolás de los Arroyos se encuentra en la provincia de Buenos Aires, República Argentina, a 230 Km. de la Capital Federal, a orillas del Río Paraná. Ciudad donde en 1852 se acordara fundar la Asamblea Constituyente, por eso conocida como Ciudad del Acuerdo, o también como Ciudad del Acero, por la industria metalúrgica, pues allí se encuentra uno de los altos hornos más grandes de América Latina, pero será luego conocida como la Ciudad de María.

La ciudad lleva el nombre de un Santo nacido hacia el año 270, a quien se ha levantado mayor cantidad de iglesias en el mundo, después de la Santísima Virgen. San Nicolás defendió valientemente en el Concilio de Nicea el misterio de la maternidad divina de María.

En esta ciudad que lleva su nombre, el día 25 de septiembre de 1983 la Virgen se aparece a Gladys Quiroga de Motta, en su habitación, mientras rezaba el rosario.

La Virgen estaba vestida de azul, tenía el Niño en brazos y un rosario en la mano. La Santísima Madre hizo un gesto, como para darle el rosario a Gladys.

La aparición fue muy breve, como una especie de anunciación.

Gladys es una mujer de pueblo, sencilla, esposa de un operario metalúrgico y madre de dos hijas. Nunca antes había experimentado nada similar. El día anterior había visto iluminarse el rosario que tenía colgado en su habitación. Algunos vecinos lo vieron también. Allí comenzó a rezar el rosario, y al día siguiente se produjo la primera aparición.

Durante algún tiempo, en varios lugares de Buenos Aires varias familias atestiguaron este fenómeno en sus propias casas.

Gladys no acostumbraba a escribir. Asistió a la escuela primaria hasta cuarto grado. Sin embargo fue dejando testimonio por escrito de los mensajes y los hechos que cambiaron su vida y la de muchos.

El 28 de septiembre y el 5 de octubre de 1983 nuevamente la Virgen se le aparece a Gladys mientras reza el rosario. La Madre repite el gesto de tenderle el suyo. La Virgen no había hablado todavía.

El 7 de octubre, fiesta del Rosario, sintió el anuncio interior que había aprendido a reconocer, cerró los ojos, vio una luz, y en ella a la Santísima Virgen, real y llena de vida, sosteniendo en sus manos un gran rosario. Gladys le preguntó qué esperaba de nosotros. La imagen se borró y apareció la visión de un templo. Con ello comprendió que María quería estar entre nosotros.

El 13 de octubre, día de la última aparición de Fátima, la Virgen habla por primera vez:

Has cumplido. No tengas miedo. Ven a verme. De mi mano caminarás y muchos caminos recorrerás.

Luego del mensaje la Virgen agrega una cita de la Biblia, la palabra de Dios que ilumina toda palabra. Con este texto la alienta a cumplir su misión, a llevar sus mensajes aunque se presenten dificultades. A partir de allí comienza a recibir otros mensajes en forma frecuente. El 19 de octubre le dijo:

Rebeldes son los injustos y humildes los servidores del Señor. Buscad ayuda, se te dará. No temáis. Nada te pasará. El Señor nada deja librado al azar.

El 25 de octubre Gladys va por segunda vez, desde que comenzaron las apariciones, a la ciudad de Rosario, sede del arzobispado, ciudad consagrada a Nuestra Señora del Rosario. Ese día, exactamente a un mes de la primera aparición, la Virgen se le aparece y le tiende un rosario blanco: Recibe este rosario de mis manos y guárdalo por los siglos de los siglos. Contenta estoy porque eres obediente. Y alégrate porque Dios está contigo.

Los mensajes continúan, con frecuentes referencias a las Sagradas Escrituras. Es que María conduce a la palabra de Dios y de esta manera continúa su invitación, como lo hiciera a los servidores de Caná: “Hagan todo lo que él les diga”. Éste es un hecho nuevo y singular en la historia de las apariciones marianas.

En noviembre la Virgen le da varios mensajes, donde recuerda su cercanía, su protección y ayuda:

Cuando lo necesitéis, acudid a mí, yo te responderé. Feliz estoy contigo, digna eres de mi confianza. Gloria al Señor.

De mi presencia tenéis sed, de mis manos comerán. Tened paciencia, todo a su debido tiempo llegará.

Tu espíritu, del Espíritu Santo alimentado está.

Gladys siente entonces un gran aroma a rosas, una de las frecuentes manifestaciones marianas. La Virgen le dice: Aquél que huele el perfume de mis rosas, conmigo camina. Gloria al Señor.

(Continúa en http://www.santisimavirgen.com.ar/historia_virgen_san_nicolas.htm)


ALGUNOS MENSAJES DE NUESTRA MADRE:

Bendito el momento que el Señor eligió a este pueblo, y bendito porque lo eligió para que yo tenga mi gran Casa, que será de paz y sosiego. Lugar donde acunaré a millares de hijos que vendrán en busca de amor. Asistiré a los enfermos, a los caídos, a todo hijo perteneciente a la gran familia de Dios, porque mi misión es atender al rebaño del Señor. Gloria a Dios.

Nada podrá devorar la llama del amor que el Señor ha encendido en tu pueblo. Nada podrá oscurecer la luz del Señor.

Es en el Santuario donde María, Madre de Cristo, espera a los hijos heredados desde la Cruz. Es en el Santuario que María obra en las almas, para bien de las almas. Mis amados hijos ya lo veis, delante de vosotros estoy. Mientras unos habitan en su propia desolación, otros habitarán en la casa de la Madre del Salvador.

Aquí está el Templo, para el pueblo de Dios. Aquí se arraigará profundamente el amor a Cristo y a María.

Mi Casa será morada para los que se consideran hijos de Dios. Alegraos ya que desde aquí os bendeciré.

Hija, el Templo es protección de Dios para sus hijos. Se acude allí para rendir culto al Señor, para pedir por la salud física y un espíritu firme cimentado en la fe.

El Templo es protección de Dios para el alma que habita en la tierra y aspira al cielo.

Tu ciudad es la Ciudad de María y será por siempre un lugar de encuentro con Jesús y con su Madre. No quiera nadie interponerse en mi paso. Quien quiera seguir al Señor que me siga.

Hija mía, te dije una vez que desde aquí renacería la fe por Jesús y María. Desde aquí invito al mundo a buscar la fuente vivificadora, la fuente de paz y de gracias.

Quiero sanar a mis hijos de esa enfermedad que es el materialismo y que muchos padecen, quiero ayudarlos a descubrir a Cristo, a amar a Cristo y decirles que Cristo prevalece por sobre todo.


                                                                                                                     Amén



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